Ven Por las Palomitas, Pero Quédate Por la Película

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—Recuerda no llamarme tío —dice el tío de la mentirosa mientras ambos bajan del autobús, hacia el camino polvoriento que conduce al autocine.

Se suponía que este era el trabajo de verano de la mentirosa, pero ya es octubre. Tiene dieciséis años. El tío de la mentirosa no quiere trabajar en el autocine y es solo su segundo turno. Ella, por otro lado, tiene razones para quedarse.

—No importa que me llamas en el pueblo, pero soy Eddie aquí en el trabajo —dice el tío cerca de la cerca que rodea el estacionamiento. Mira hacia atrás una vez, un nuevo hábito—. Solo soy un amigo de la familia. Tan pronto como encuentre otro trabajo, todos saldremos de aquí como tu apá quería. —La voz de su tío carga una gravedad que recogió cuando llegó a casa hace unas semanas. El estar de vuelta en este pueblo le está encaneciendo su cabello.

El autocine está en el lado noreste del pueblo. El estacionamiento tiene un ligero olor a exceso de limpiador, como si escondiera algo más que los contenedores de basura. La único otra empleada está llenando la máquina de hielo. Su nombre es Tanya Batz y está masticando hielo de una taza. Alguien quema una vela por Tanya todas las noches, pero ella no lo sabe. La mentirosa sí. La vela está en su habitación.

La sobrina es una mentirosa porque protege a alguien.

Hibiscus, su jefe, los está esperando detrás de la mesa de concesiones, contando dinero. Lo enrolla en bandas elásticas como lo suele hacer cuando no va llevarlo al banco. Bebe de una botella de refresco.

—Eddie, ¿verdad? —Hibiscus pregunta.

—Así es —dice el tío de la mentirosa, sonriendo en su segundo día de trabajo.

—Te fue bien tu primer turno, Eddie. Estoy impresionado de que conozcas todas esas películas. Revisar las licencias para confirmar la edad de los clientes y nombrar una película de terror para su año de nacimiento. Brillante. Incluso lo disfruté. ¿Qué soy otra vez? —Hibiscus pregunta, indicándoles un rincón detrás de la máquina de palomitas de maíz.

El Conde Drácula —dice el tío—. 1970. —Le da a Hibiscus una vista de pie a cabeza como confirmando la elección de chupasangre.

La boca de Hibiscus revela dientes manchados.

—Nadie quiere trabajar aquí en este momento, así que me alegro de que estén aquí. —Se limpia la barbilla con el dorso de la mano—. Lucy, tengo suerte de que hayas regresado.

La mentirosa sonríe y lo mira cuando escucha su nombre.

—Por supuesto.

—Escuché lo que pasó. ¿Qué crees que lo hizo? —pregunta el tío de la mentirosa.

—Todavía no sé. Tardaron una eternidad en limpiar la sangre. Algunos de mis clientes regulares están asustados, pero recibí una copia del informe del sheriff del condado. Sorprendido estoy que aparecieron —dice Hibiscus.

—Tengo que decirte —continúa, mirando a su tío—, Nunca imaginé ver sangre volando por mi autocine. Incluso roció la máquina de palomitas. —Hibiscus mira la máquina, como si la sangre aún estuviera allí. Sus dedos se contraen nerviosamente cuando suelta el informe policial. Son solo dos páginas, pero están cargadas de redacciones, por lo que la mentirosa puede ver.

—La tía de Lucy dice que eres un amigo de la familia. ¿De dónde eres otra vez? —Hibiscus pregunta.

—Los Ángeles —responde el tío de la mentirosa. Él también miente bien. La mentirosa está rodeada de mentores.

—Aquí no es gran ciudad —dice Hibiscus, golpeando su pierna con una mano como si estuviera enviando código Morse.

—Te lo creo. —El tío de la mentirosa mira el estacionamiento, inspeccionando los autos como si estuviera decidiendo en cuál confiar.

—No puedo asumir lo que sabes, o no, sobre este pueblo—dice Hibiscus—. Quiero asegurarme de que te vas a quedar más que unos días. Tengo turnos que llenar. No puedo estar entrenando a alguien nuevo cada semana.

Más horas serían bienvenidas, piensa la mentirosa. Más tiempo para observar.

Hibiscus se inclina hacia atrás, por su rostro aparentemente ha encontrado el retrolavado al fondo de su botella. 

El tío de la mentirosa toma el informe y lo estudia. La mentirosa sabe que él se está apuntando para más que un trabajo. Ella lo observa prestar mucha atención a las líneas redactadas.

Hibiscus espera que llegue a la segunda página.

—Entrevistaron a todos. Nadie sabe qué demonios pasó. Esperaban que Lucy viera algo porque estaba detrás de la mesa de concesión. Tanya se había ido a casa temprano. ¿Verdad, Lucy?

Los ojos de la mentirosa parpadean hacia su jefe. Su ansiedad por ser descubierta casi la hace tropezar, pero logra abrir los labios.

—Así es. Se sintió mal. Quería asegurarse que no tenía «la enfermedad».

—Probablemente lo mejor es que no viste ese horror… —Hibiscus mira fijamente a través del lote—. Algo grande golpeó la ventana de mi oficina.

—¿Qué fue? —pregunta el tío.

—Algo que dejó sangre. —Hibiscus mira a la mentirosa como si supiera que ella tiene un secreto guardado en la cabeza y esta decidiendo como sacárselo.

El informe dice que una llamada llegó al sheriff del condado el sábado por la noche. Los clientes estaban en sus autos viendo una película de horror cuando la sangre empezó a rociar sobre la cerca y sobre sus parabrisas, llegando hasta las concesiones. Pensaron que era lluvia, al principio, pero luego algo saltó encima del capó de uno de los coches. Saltó, coche a coche, hasta llegar a la pasarela en la pantalla. Luego, se paró sobre dos piernas. Humano. Saltó por encima de la valla. Fue entonces cuando un cliente comenzó a gritar y encendió su automóvil, comenzando un éxodo caótico a través del camino de entrada demasiado estrecho. Solo unos pocos autos salieron antes del accidente. Después, los sheriffs encontraron un agujero de un metro de ancho en el suelo detrás de la pantalla. Sangre por todas partes. El nombre de la mentirosa está redactado, pero ella sabe que su tío nota la ausencia. Él sabe que la mentirosa no está diciendo algo. No importa. Van a salir de este pueblo tan pronto como ahorre suficiente dinero. El autocine debe permanecer abierto.

—Dice aquí que alguien fue reportado como desaparecido. —El tío establece el informe en la mesa con el mismo cuidado que elige sus palabras—. Pero creo que la gente se olvidará en un par de semanas. Debes mantener tu horario.

—Me alegro de que estemos de acuerdo. —Hibiscus sonríe—. Puedes ver la parte superior de los autos desde aquí. Sería difícil no ver algo.

La espalda de la mentirosa está recta. El secreto todavía burbujea en su cabeza.

—¿Eras la única que estaba aquí, Lucy? —pregunta su tío. La mentirosa admira lo astuto que puede ser su tío y está a punto de responder cuando Hibiscus entra.

—No. Salí por un segundo. No puedo estar en dos lugares, por eso te necesito. No tienes referencias, pero la tía de Lucy te recomendó. —Hibiscus extiende su mano a Eddie—. Bienvenido a bordo.

El tío de la mentirosa extiende su mano y se pone su cara pública. Es la cara que usa cuando no quiere que nadie sepa lo que realmente piensa.

—Puedes contar conmigo, jefe.

—Bueno, parece que hemos terminado aquí. —Hibiscus toma el informe y lo guarda en su bolsillo trasero—. Con suerte, es una noche tranquila. ¿Verdad, Lucy?

—Estoy segura de que lo será —responde la mentirosa.

Ella se alegra de que este momento ya casi termina.

Hay un pop en la puerta por donde entran los coches. Hace que los dos hombres giren, pero es solo Tanya asegurándose de que las puertas estén completamente abiertas. Hibiscus recoge su bolsa que no es de banco, pero mira, a la mentirosa, como si todavía estuviera buscando algo. Se va a su oficina. La mentirosa está segura de que él jefe está pensando en esa noche, deseando tener cámaras apuntadas al lote.

Es después del anochecer y los autos llenan el lote de ruido y dulces derramados.

Mientras la mentirosa y su tío empacan palomitas de maíz y ayudan a los clientes, notan que Tanya ha terminado de desplegar los altavoces y está subiendo a la cabina de cine. La noche esta fresca para octubre.

La mentirosa levanta la vista y se encuentra cara a cara con Tanya mientras Tanya sube los escalones. Ella viste de negro y desaparece como una luna nueva.

La mentirosa piensa que parece una diosa guerrera de uno de los libros de su tía sobre el códice florentino.

Ella no es solo una imagen bonita.

Ella, es más.

—¿Tanya ya se había ido cuando sucedió? —pregunta el tío de la mentirosa, cuando la fila de clientes ha calmado.

Sí tío —responde la mentirosa, quebrando la regla de no llamarlo tío para distraerlo un poco de la mentira.

—Tu tía dice que ni los sheriffs ni la migra les gusta venir aquí. Dice que están demasiado asustados, o desinteresados, en venir.

—La mayoría de la gente tiene miedo de «la enfermedad» —responde la mentirosa—. Pero no todos.

Está oscuro afuera.

A menudo oscurece cuando suceden cosas aterradoras o sorprendentes en este pueblo. El sábado pasado por la noche, la gente estaba trabajando en los campos de cultivo a una milla del cine. La película hizo un contenedor perfecto de sonido. Nadie podía escuchar lo que estaba sucediendo tan lejos. Un trabajador corrió por la carretera, pidiendo ayuda, y los autos no pudieron escucharlo. Así que ahí fue cuando sucedió. Cuando apareció.

Está sucediendo de nuevo en este momento, pero solo la mentirosa la vislumbra.

—Volveré, tío —dice la mentirosa antes de apartarse de las concesiones.

Una sombra de una mujer sale del estacionamiento. La mentirosa corre detrás de ella. Hay demasiadas personas en el lote. Demasiados en los campos.

La mentirosa encuentra a Tanya fuera de la cerca escarbando.

—Tanya —dice la mentirosa—. Ven conmigo. Te vas a lastimar. —«O peor aún, vas a lastimar a otra persona, y luego alguien te entregará». Las manos morenas de su mejor amiga están cubiertas de tierra roja y sus ojos, figura almendra, brillan mientras jadea como si tuviera fiebre. La mentirosa no recuerda cuándo notó por primera vez que Tanya estaba enferma, pero esta temporada ha sido la peor. La mentirosa ha dejado de reconocerla durante estos ataques violentos. El sábado pasado, la mentirosa tuvo que darle un palazo en la cabeza para apartarla lejos de la sangre.

La película es ruidosa, y la gente está disfrutando de la película de terror pirata. La mentirosa asume que ella y Tanya están solas, pero ella está equivocada.

—¡Una elegida! —dice una voz masculina detrás de la mentirosa.

Hibiscus ha caído de rodillas. Reverente. Su rostro esta más pálido que normal y sus manos tiemblan como si estuviera viendo la resurrección del Jesús Güero.

La mentirosa acepta con resignación que Hibiscus podría ser útil en mantener Tanya a salvo.

Bueno es tener amigos, aunque sea en el infierno.


La mentirosa vuelve a la mesa de concesiones. Cuando su tío pregunta, ella finge que Tanya todavía está arriba.

La mentirosa está haciendo más palomitas de maíz.

Porque todos están aquí para ver la película.

Translated by the author.

Featured image by Ian Kappos.

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Sarah Monroy Solís

Sarah Monroy Solís (Xicana and Mayan Kaqchikel descendant) grew up in the desert borderlands of Imperial Valley (Kumeyaay/Cocopah Territory). She feels deeply connected to the desert and her ancestral homelands in Sacatepequez, Guatemala, and Veracruz, Mexico. Sarah uses several artistic mediums, including writing, music, fiber arts, and (soon) large woodblock prints thanks to her acceptance into an art program by Big Ink. Sarah is a contributing creator/writer at Ofrenda Magazine (ofrendamagazine.com). When she's not working with fibers, she can be found writing about deserts, space, and time travel. Follow her writing on Instagram: @sarisolis, or for her fiber work: @thefogknitter.